Argentina vive un momento de notable recuperación económica, según indicadores que generan entusiasmo en los mercados internacionales, pero que contrastan con la difícil realidad social que enfrenta la población. Durante los últimos meses, el presidente Javier Milei ha celebrado logros como el descenso del riesgo país, la disminución de la inflación y un superávit fiscal, algo inédito en 16 años. Además, las reservas del Banco Central han aumentado significativamente gracias a una amnistía fiscal que atrajo más de 20.000 millones de dólares.
Este panorama positivo ha generado confianza en los mercados financieros. Los bonos argentinos han subido un promedio del 16% en noviembre, y el índice Merval duplicó su valor en dólares en menos de un año. Además, la caída del riesgo país a 745 puntos ha incrementado la posibilidad de que Argentina regrese a los mercados internacionales de crédito. Sin embargo, esta recuperación financiera no se refleja en el bolsillo de los argentinos.
La población enfrenta el mayor nivel de pobreza en dos décadas, afectando al 52,9% de los habitantes, con una indigencia del 18%. Además, el salario mínimo real ha caído un 28% en el último año, marcando mínimos históricos. Economistas, tanto afines como críticos a Milei, señalan que las políticas de ajuste, combinadas con un tipo de cambio poco competitivo, han deteriorado el consumo interno y agravado las desigualdades.
Mientras los mercados celebran, expertos advierten que la estabilidad económica no es sostenible sin reformas estructurales. Factores como la dependencia del roll over de la deuda externa y el limitado crecimiento de sectores extractivos generan dudas sobre la capacidad del gobierno para mantener este crecimiento a largo plazo. El desafío, según analistas, es equilibrar los logros financieros con mejoras sociales que permitan una recuperación más inclusiva.